martes, 1 de diciembre de 2009

"Clase Nocturna" de Tom Piccirilli.

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Este libro me llamó la atención mientras consultaba la sección de ofertas de El Corte Inglés, que normalmente sólo tiene falsa novela histórica (el código templario, el enigma DaVinci, el secreto Carlomagno... se me entiende, ¿no?) y libros de cocina. Esta vez, sin embargo, había algunos ejemplares de la colección de terror de la Factoría de Ideas, editorial que no sólo publica juegos de rol. Leí las contraportadas de los mismos, y deseché un par de ellos que trataban de viajes en el tiempo y fantasmas (hay momentos en los que hasta ese tipo de cosas causan aburrimiento). Compré “Clase Nocturna” guiado por falsas presunciones, y porque el título resultaba francamente sugerente. La portada también me llamó la atención: unos ojos abiertos por el terror recortados contra un cielo rojizo bajo el cual podía verse el edificio ominoso de lo que debía de ser una facultad. Parecía un montaje digno de la serie B más cutre, y no pude resistirme.
Ahora advierto: A cualquiera que pretenda leer este libro le sugiero que no siga leyendo. No el libro, claro, sino esta entrada de mi blog. En otras palabras, y para que la gente que no tiene mucho tiempo lo vea de un plumazo, voy a reventaros el final, y pongo la palabra SPOILER en mayúsculas. Advertidos quedáis.

No puedo evitar contar el final del libro, porque esta obra es como El Sexto Sentido, que si te sales del cine media hora antes vas a pensar durante toda la vida que “no hay para tanto” (al margen de ello, yo pienso que en esa peli “no hay para tanto”, pero por razones distintas). En fin, la cosa va de un tipo llamado Caleb que es un estudiante universitario que al regresar a casa tras las vacaciones navideñas, descubre que una joven ha sido brutalmente asesinada en su cuarto. Caleb comienza a obsesionarse con el tema, y empieza a tener visiones de la chica, de su hermana asesinada y de no sé quién más. Se propone averigüar quién cometió el crimen, y por qué a nadie más parece importarle.

La historia, hasta este punto, no es nada del otro mundo, pero bien llevada puede formar parte de un producto entretenido. La prosa de Piccirilli es original y un tanto arriesgada, y tiene la habilidad de introducir al lector en un ambiente onírico e irreal muy apropiado para los objetivos del relato. Su lectura no es especialmente aburrida, aún a pesar de que, en el fondo, durante la mayor parte del libro no pasa nada de nada. Y las visiones de Caleb y los fantasmas me resultan un tanto absurdas porque no parecen aportar demasiado al relato, salvo confusión.

Ahora bien, cuando Caleb descubre quién ejecutó el crimen, la cosa se pone interesante. Y es que resulta que todo el mundo está en el ajo: alumnos, profesores y el decano y su esposa. Estos últimos han montado una sociedad de perversión y vicio, al más puro estilo de las escenas picantes de Eyes Wide Shut, seduciendo a estudiantes y docentes a cambio de puestos de trabajo y notas excelentes. Y todo el mundo, excepto Caleb, parece aceptar la situación. El horror llega a su clímax cuando la mujer del decano intenta seducir a Caleb y lo introduce en una habitación donde encuentran a su esposo en pleno acto con su novia, obsesionada por entrar en la facultad de Medicina.
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Sé que la analogía es burda, pero no puedo evitar sentir simpatía por Piccirilli al abordar un tema como las “mafias” universitarias con tan poca elegancia y tanta mala leche. Merece la pena leer “Clase Nocturna”, aunque sólo sea por sus últimas cincuenta páginas. La situación que plantea el autor es imposible, por supuesto, pero provoca una cierta complicidad en el lector, si es que éste ha sido alguna vez un sufrido universitario. Y a más de uno le recordará comportamientos de compañeros de clase o de sus propios profesores, exagerados hasta el paroxismo cómico, e incluso a ciertas leyendas urbanas que siempre circulan por las facultades. En definitiva, que merece la pena aunque sólo sea para pasar el rato.

1 comentario:

Linda Anyone dijo...

Los misterios de las facultades... Nadie sabe que se esconde detrás de los cerrojos de las puertas de los despachos, aunque supongo que no todos tenemos la imaginación de Piccirilli. Menos mal que nunca me importaron los spoilers.