martes, 9 de septiembre de 2008

La Tormenta del Siglo



Escribo estas líneas con toda mi habitación recubierta de plásticos y toallas. Sería cómico si no fuese porque es una putada. Hay una gota asquerosa que cae cada treinta segundos exactos, rebota en mi silla de plástico y explota contra mí. ¡Qué frío!

Pues sí, las noticias no dirán nada todavía, pero ha caído una tormenta de granizo en Madrid que ríete tú del cambio climático (y me río, me río...). Mi casa se ha inundado del todo. La cocina tenía diez centímetros de agua sucia y pantanosa, que caía del techo en plan “The Dark Water”; la japonesa, por supuesto. Caía tan rápido que no podíamos ni usar las fregonas. Así que me he tenido que tirar al suelo en calzoncillos a recoger el agua con toallas, mientras goterones de agua helada se deslizaban lozanos por mi espalda. El techo se nos ha caído encima, y los pegotes de yeso se me pegaban en el pelo. Mal de muchos consuelo de tontos... en mi calle hay un coche al que sólo se le ve el techo. ¡Qué suerte no tener coche!

Y nada, esto es lo que escribo al abrigo de las cuatro de la mañana y después de darme una ducha calentita. Y me despido ya, porque me parece que empiezan a caer gotas también sobre el ordenador y no quiero morir de un cortocircuito, que bastante me he deslomado llevando electrodomésticos de una habitación a otra.

Igual ya no me volveis a ver el pelo. Igual me hago un barquito de papel, lo protejo del agua con parafina y me lanzo a surcar las calles. Si esto sigue así, llego al mar. Y desde ahí, a California.
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Estas son algunas de las imágenes del granizo y de cómo han quedado las calles después de la tormenta. Hay algunas más en la web del País Semanal:

http://www.elpais.com/articulo/espana/intensa/granizada/tine/blanco/calles/Madrid/elpepunac/20080910elpepunac_1/Tes

lunes, 11 de agosto de 2008

Obsesiones Imaginativas


Hoy, una confesión vergonzosa: Cada cierto tiempo (y sin que sirva de precedente, me digo siempre a mí mismo) buceo en internet en busca de fanfics de mis obsesiones favoritas. Aclaro, en consideración del lego, que un fanfic es un relato escrito por un aficionado y basado en un universo creado por otro autor. Por ejemplo, un relato en el que Anakin Skywalker vive una aventura alternativa en Coruscant durante un interludio inventado en mitad de las Guerras Clon.
Las diferencias fundamentales entre este ejemplo y cualquier librito, o cómic, o videojuego que tiene la marca oficial de LucasArts en forma de holograma son las siguientes:

1) Se escribe sin ánimo de lucro, pues si no fuera así, entrarían en juego los derechos de autor de la obra original (eso es bueno).

2) Se escribe sin censura de ningún tipo. En un fanfic se puede desatar todo tipo de violencia, sexo (homosexual también) o palabras malsonantes hasta en los universos más inocentes (eso es bueno. Si no te gusta, no lo lees).

3) Se desata toda la imaginación del autor: Personajes de un universo empleados en un universo alternativo, historias originales, WhatIfs, Crossovers, etc. Casi todo vale. (Esto es bueno, aún a pesar de las monstruosidades que salen del Microsoft Word de algunos elementos).

4) Para el autor, y para los otros aficionados, se utiliza a modo de metadona por la carencia de productos oficiales. Los aficionados quieren leer más de sus personajes o universos favoritos. Y los autores quieren participar de ellos, compartiendo con los demás su propia visión de lo que les gustaría que hubiese pasado (también bueno).

5) Un buen número de fanfics están escritos por gente que no tiene ni puñetera idea de escribir. Usan modismos, omiten signos de puntuación, se comen tildes, cometen faltas de ortografía e incluso ¡utilizan emoticonos!. Y lo peor: Una buena parte de los argumentos se basan exclusivamente en los sueños húmedos que los autores tienen con uno u otro personaje de una serie (esto es malo, muy malo).

Encontrar un buen fanfic (que los hay) es como buscar una aguja en un pajar. O como decía Reid en Mentes Criminales: “Buscar una aguja en un pajar es fácil. Lo difícil es buscar una aguja concreta entre un montón de agujas”. Por eso, siempre después de aficionarme a los fanfics durante unas cuantas horas, acabo abandonando desesperado y con dolor de cabeza, prometiéndome que nunca más volveré a buscar fanfics (amén de que algunos fics han creado pesadillas lovecraftianas en mi mente de las que no puedo deshacerme ni siquiera cuando leo las obras canónicas; el sexo gay en Harry Potter es una de ellas. Pero volvemos a lo mismo. Eso me pasa por andar en Internet por callejones oscuros en los que podrían haber muerto los padres de Batman).


Él nunca lo haría. En serio, nunca.

Total, que cuando me surge la venita de ponerme a escribir un buen fanfic suelo cambiar de idea y acabar escribiendo un relato original, que tiene algo así como más caché. Y es que no es lo mismo entrarle a una mujer diciendo “soy escritor” que diciendo “me dedico a escribir fanfics de SailorMoon, Digimon y Harry Potter”. La vida es así, triste y dura.

En cualquier caso, hay dos cosas que me fascinan de los fanfics: la obsesión imaginativa (título de este post), y la importancia que le pueden dar los autores originales.

En cuanto al primer punto: Nunca dejaré de maravillarme de la cantidad de freaks auténticos que se están generando últimamente (la culpas, sin duda, al señor Internet). Ojo, que no digo que los que lean fics sean frikis de los malos, pero seguro que debe haber por ahí un porcentaje que estimaría si no fuese porque odio a los estadistas. A ver a quíen demonios se le hubiese ocurrido ponerse a escribir un fic sobre Casablanca en los años en los que salió la película. Aunque he de reconocer que, si por mí fuera, encadenaría a la señora Rowling a su escritorio y la daría de comer grageas Bertie Bott durante el resto de su existencia, confinada a escribir continuamente libros y más libros. Me encantaría decir que, en mi caso, los fanfics suplen el hueco que esa heptalogía (qué palabra más chula) deja cuando la acabas de leer. Si gente como nosotros se hubiese aficionado a Emilio Salgari o a Agatha Christie lo tendríamos mucho más fácil (gracias a dios, yo soy fan también de Stephen King, otro autor prolífico donde los haya).

En cuanto al segundo punto: La obsesión por el copyright está llevando a algunos autores a tener berrinches fuera de tono. El que tengo en mi mente ahora mismo es el de la señora Rowling con la publicación de una enciclopedia por parte de un fan, que además ha hecho una tirada de ejemplares ridícula en comparación con las cifras que la industria suele manejar. Ay, Jotaká, qué mal te has hecho a ti misma. Con ese berrinche estúpido sobre el copyright me hiciste (a mí, como a muchos otros) bucear en Internet y averiguar que cojeas del mismo pie. Buscad en google “Harry Potter plagio” y veréis hasta donde llega el asunto: A una tontería que nos mantiene entretenidos, porque, aunque la película “Turok el troll”, que es la base de todo el conflicto, recuerda misteriosamente a la historia de cierto joven mago, la obra de Rowling me sigue pareciendo perfectamente original (o sea, un collage como los de Tarantino, que a día de hoy es lo más original que se puede hacer).


Una obra completamente original creada mediante la yuxtaposición de elementos conocidos por todos.


Quitar el gran mérito a Jotaká sería una ridiculez, pero la misma que pensar que la enciclopedia sobre Harry Potter que haría un aficionado (que además ha dedicado la vida entera a sus libros) quitaría ventas o provocaría comparaciones con la propia enciclopedia que ella pretende publicar. La respuesta de Orson Scott Card es lo suficientemente concluyente como para que no haga falta añadir más.

Bueno, sí, una cosa: Si alguna vez escribo un fanfic, será sobre una obra de Scott Card. Si por casualidad la lee, se sentirá mucho más agradecido. ¿Resumen del post? Que vivan los mormones.

miércoles, 26 de marzo de 2008

LA PASIÓN DE CRISTO. NO CRUCIFIQUES ESTO.


El otro día vi "La Pasión de Cristo". Tal vez está mal que un historiador diga esto, pero lo cierto es que me encantó. Qué le vamos a hacer. Y de paso no entiendo la supuesta polémica que envolvió la película, ni el victimismo judío, ni las críticas exacerbadas. De hecho, a mí me parece que se ha hecho sin demasiadas pretensiones y en un tono conciliador. Por lo menos desde un punto de vista histórico, que es el que voy a usar ahora para analizarla.

La verdad es que, existiendo tantas clases de protestantismo, y tantas interpretaciones del Nuevo Testamento, resulta muy difícil que alguien no ponga el grito en el cielo (ojo al juego de palabras). Pero como el debate ya es muy antiguo, y como suele pasar con estas cosas, ya le da igual a todo el mundo, voy a hablar de la película tranquilamente, y esperando no ofender la fe de nadie. Repito, el análisis va a ser desde un punto de vista histórico, y ciñéndome explícitamente a lo que se dice en los evangelios canónicos. Por desgracia, y al no ser un experto en la materia, me he basado en fuentes de dudosa fiabilidad (por ejemplo, mis propios recuerdos de cosas que he leído no se sabe muy bien dónde). Es posible, por tanto, que haya errores. Mil perdones, y deseo que cualquiera más sabio que yo tenga a bien el corregirme. Empecemos ya.


El aspecto de Jesús: “La Pasión de Cristo” nos muestra una imagen de Jesús que a todos nos es familiar: Moreno, pelo largo, con barba y delgado. Lo primero que debemos tener en cuenta es que esto NO ES UNA IMPRECISIÓN HISTÓRICA, y no lo es porque no sabemos en absoluto el aspecto que pudo tener Jesús. La culpa de esto se la debemos a los judíos del siglo I y II y a su temor a la veneración de imágenes para no caer en la idolatría. La primera cita sobre el aspecto de Jesús la haría Claudio Josefo, un autor del siglo I, a través de una fuente bizantina siglos después. Le describe como un hombre alto, de rostro alargado y con las cejas juntas.

Posteriormente surgen, en el Imperio Romano, dos imágenes de Jesús que coexisten durante un tiempo. En Occidente se toma el canon del romano de la época: pelo corto y con la barba rasurada. En el Imperio Bizantino, sin embargo, se impone la imagen de un hombre con melena y barba corta, que es la que ha llegado hasta nosotros. Otra corriente curiosa de los primeros siglos, describe a Jesús bajito y feo, posiblemente con taras físicas.

Hace relativamente poco, Richard Neave (que es famoso por las reconstrucciones de rostros de personajes antiguos, como el de Tutankamon o Filipo II) expuso la imagen de un judío del siglo I d.C a partir de un cráneo encontrado en las inmediaciones de Jerusalén. Esta imagen se asimiló a Jesús para fomentar el interés, pero la idea tiene algo de absurda. ¡Ni que existiese sólo un tipo de rostro! ¿Conclusión? La imagen de Jesús usada en la película es la más ampliamente conocida y aceptada, y tan válida como cualquier otra.


El taparrabos de Jesús: En “la Pasión de Cristo”, Jesús es crucificado con un taparrabos. Esta es la imagen más corriente de la crucifixión, pues nuestra puritana Iglesia católica no podía tolerar la desnudez de un hombre bajo ningún concepto. No obstante, en realidad, a la gente se la crucificaba desnuda. De hecho, las ropas de Jesús se reparten entre los soldados romanos, como era habitual en la época. Lo que dejan entrever los Evangelios es que Cristo, efectivamente, fue crucificado desnudo (y esta idea a veces es enfatizada en siglos posteriores por sus buenas connotaciones, antes de que el pudor religioso se impusiera). Sin embargo, y otra vez, esto NO ES UNA IMPRECISIÓN HISTÓRICA. El taparrabos de Jesús tiene un nombre: subligaculum. Los judíos tenían una norma específica para los condenados a morir lapidados, y es que hombres y mujeres estuvieran cubiertos. No resulta una desfachatez pensar que los romanos de la época (teniendo en cuenta además las continuas rebeliones judías) transigieran en este punto.

El camino hacia el Golgotha: En este aspecto es donde se ve más claramente cómo “la Pasión de Cristo” intenta conciliar la visión histórica pura con lo que es tradicional en el ámbito religioso. La verdad histórica es que los crucificados tenían que llevar la cruz hasta el lugar de su crucifixión. Pero por supuesto, no la cruz entera, sino sólo el travesaño horizontal. El palo vertical ya estaba clavado allí y se reutilizaba repetidas veces. Si nos fijamos en la película, podemos observar cómo los reos que van delante de Jesús llevan tan sólo el travesaño lateral, atado a las manos y por detrás de la espalda. Jesús, sin embargo, debe llevar toda la cruz. De no ser así, Simón de Cirene no podría haber ayudado al hijo de Dios con tan severa carga.


La corona de espinos: Aquí ya vamos a salirnos un poco de madre y vamos a hablar también de la Sábana Santa de Turín (la cual volverá a aparecer posteriormente en este análisis). El que vea las noticias, recordará que a mediados de los años 90 intentaron datarla mediante la técnica del Carbono 14. ¿El resultado? La Sábana Santa era del primer milenio... después de Cristo. Para muchos la cosa terminó allí, porque el asunto tenía bastante sentido. Para quien no lo sepa, durante el medievo se falsificaron un gran número de reliquias porque el peregrinaje daba mucha pasta. Sin embargo, no podemos descartar los datos a la primera porque nos parezcan lógicos, pues la Sábana Santa tiene todavía muchas cosas que decir. Lo primero que debemos destacar es que la datación por Carbono 14 no es en absoluto fiable para cronologías tan recientes, y así se demostró cuando los resultados completos del análisis salieron a la luz (desgraciadamente, la prensa había perdido ya todo interés). Si el margen de error es de más de mil años, dudosamente podemos afirmar que esta reliquia es falsa. Por otro lado, y contra lo que piensa mucha gente, la Sábana Santa NO ESTÁ PINTADA. Y además, de ella pueden extraerse datos muy veraces desde el punto de vista histórico sobre todo este asunto de las crucifixiones, como vamos a ver ahora (y también un poco más adelante).


Volviendo a centrarnos en la corona de espinos en sí: tradicionalmente, la corona cubre sólo el lateral de la cabeza de Jesús. Esta es la versión tradicional y también la que aparece reflejada en “la Pasión de Cristo”. Pero hay que tener en cuenta que esa corona no estaba preparada, y que fue la mofa de los soldados romanos al que quería considerarse “Rey de los Judíos”. Cogieron lo primero que tenían a mano. Lo lógico es pensar que la corona le cubriese toda la cabeza, como una especie de casco. Este dato se apoya en la imagen que aparece en la Sábana Santa de Turín, donde las heridas en la cabeza de Cristo están por toda su cabeza, y no sólo en los laterales.

La crucifixión: Con esto llegamos al punto clave del análisis. La imagen de Cristo crucificado (y la cruz en sí) es un símbolo de increíble poder en la actualidad. El asunto está lleno de incorrecciones, y “la Pasión de Cristo” intenta, de nuevo, conciliar la versión real de aquélla que se ha extendido y se ha hecho popular con el paso de los siglos.

La primera cuestión de debate son los clavos. Tradicionalmente, se muestra a Cristo con los clavos hundidos directamente en la palma de sus manos. Sabemos que esto no es posible por motivos meramente físicos. Básicamente, las manos se rasgarían al no poder soportar el peso, ni más ni menos. De haberse utilizado clavos se habría hecho algo más abajo (en esa zona que a los suicidas les gusta tanto). Hay que tener en cuenta, además, que en los Evangelios canónicos no se dice que Jesús “fuese clavado a la cruz” en ningún momento. De hecho, los romanos lo que hacían era atar al condenado. No obstante, los teólogos de los primeros siglos atestiguan las heridas de Jesús en manos y pies.

Por otro lado, tenemos la existencia de la ménsula. En este caso, tampoco sabemos si a Jesús le atravesaron con un sólo clavo los dos pies (creando ese maravilloso número 3 que parece rodearlo todo en el Nuevo Testamento), o bien usaron dos.


En “la Pasión de Cristo” buscan el punto medio: Usan clavos pero después lo atan a la cruz. Es una forma de quitarse de problemas. En la Sábana Santa, algo que siempre ha llamado la atención es que las manos de Jesús parecen excesivamente largas. Si los clavos hubiesen atravesado el principio del antebrazo, entonces los pulgares se habrían contraído contra la palma de la mano, y eso explicaría la extraña longitud. Pero la Sábana Santa no puede usarse como fuente arqueológica. ¿O sí?

Sólo apuntar una cuestión que me parece particularmente interesante, y es toda esa gente que ha manifestado estigmas en las palmas de las manos a lo largo de los tiempos. ¿Cómo podría explicarse eso si los clavos de Cristo se hundieron al principio de su antebrazo? Aunque todo esto parezcan cuestiones banales, sus connotaciones son, sin duda, de una importancia capital para el ejercicio de la fe.


La versión original: Lo que más me ha gustado de la película, sin duda, es ver a los personajes hablando lenguas muertas. Especialmente, oír a los soldados romanos hablando en latín como si ese idioma estuviese vivo. En este sentido, “la Pasión de Cristo” me parece un ejercicio encomiable de verosimilitud histórica. Algo que aprecié es que los soldados romanos hablaban latín con un acento vagamente italiano. Aunque nosotros podemos conocer la pronunciación del latín (tenemos constancia de varias gramáticas latinas), evidentemente no podemos saber cómo eran los distintos dialectos o diferenciaciones regionales de tal lengua. Aunque inicialmente nos pueda chocar, e incluso parecer gracioso, que el latín se hable con acento italiano, quiero poner de relieve un caso epigráfico que me parece bastante curioso: En Andalucía se han descubierto epígrafes latinos que incluyen una hache aspirada que no debería estar allí, y que refleja la clásica hache dura andaluza de la actualidad. Eso implica que, en la región de Andalucía, el latín se hablaba, en parte, con el acento andaluz actual. No resulta tan increíble, por tanto, ver a dos romanos hablando latín con acento italiano. Como ya he dicho, no podemos saberlo, pero es un detalle que me ha gustado mucho. El uso de un latín plano tampoco habría sido muy histórico.


En definitiva, considero “la Pasión de Cristo” un producto bastante correcto, más aún teniendo en cuenta el fanatismo y la intransigencia en los que suelen estar envueltos estos temas. Como cinéfilo, debo resaltar que la película no tiene presentación, ni nudo, ni desenlace, y que se pasan la mitad del metraje fustigando a Jesús. Aun así, creo que nadie que tenga algo de interés por la historia del personaje vaya a aburrirse viéndola. Disfrutadla.

lunes, 10 de marzo de 2008

Filípica a Bukowski


¡Ay, si Bukowski levantara la cabeza! Bueno, lo primero que haría sería pedir una botella de whiskey. Probablemente le daríamos un DYC de esos asquerosos para que el pobrecito pillase una resaca cabezona. Luego quizá nos pediría unos pavos prestados para irse al hipódromo más cercano (el que está pasado Puerta de Hierro). Aunque en realidad, es más probable que echase una quiniela.

¿Dónde dormiría Bukowski aquí en Madrid? Sin duda buscaría un motel, que los hay, pero casi seguro acabaría en un hostal cualquiera de los del centro. En un par de semanas, nuestro querido Bukowski despertaría completamente alcoholizado, al lado de una mujer ligera de cascos que apenas recuerda, y la sacaría a patadas de una hostia (y eso que el machismo, tan típico de Bukowski, aquí está muy mal visto). Buscaría una máquina de escribir, pero sin duda acabaría usando un portátil con el Windows Vista. Y ya no se entretendría mirando mirlos a través de la ventana, sino palomas sucias. O tal vez jugase al buscaminas.

Si nuestro Bukowski-zombi investigase un poquito por internet sobre la literatura de este nuestro querido país se encontraría con un sinfín de páginas, blogs, revistas literarias y espacios culturales. Lo primero que diría, con un dolor de cabeza de tres al cuarto es: ¿Cuándo cojones escribí todo esto y por qué usé tantos seudónimos distintos?

Todo esto sólo para denunciar que algún listo gafapasta desenterró el cadáver de Bukowski y lo pasó por imprenta. Con gusanos y todo. Gracias a eso el pobre hombre ha conseguido una nueva habilidad mutante (no le bastaba con un acné infinito y un grado de violencia digno de Logan en sus peores momentos), la polilocación.

Esto es como en el patio del colegio. "Joder, menganito tiene unas zapatillas que dan luz. Voy a comprarme unas zapatillas que den luz para ser tan guay como menganito". Y ya tenemos otra jodida moda que expiar el día del Juicio Final. Porque creo que ya lo he comentado alguna que otra vez: si quieres ser el Capitán Planeta (ganar el premio Planeta, vaya) tienes que ser muy español. Pero si quieres ser un poeta maldito lo mejor es que le metas al cadáver de Bukowski un palo por el culo y lo airees bien dentro de un garito cuanto más cutre mejor, como le hicieron al Cid Campeador. Yo sólo lo digo como consejo, porque oiga, funciona.

Hay, no obstante, que seguir un protocolo muy rígido para ser un escritor maldito. Lo primero es tener una infancia feliz y acomodada. Luego, cuando se llega a la adolescencia, hay que dejarse el pelo larguito (¡no en exceso, no somos heavies ni queremos que nos confundan con ellos!).
Después hay que convertirse en drogadicto. El alcoholismo está bien, pero hay drogas más glamourosas. Como ley general, cada cual tiene que encontrar su droga, y para eso es preferible probarlas todas. Pero con el alcohol y los porros es suficiente. La bebida favorita del escritor maldito es el gin-tonic, nada de pijadas. Y luego, pues eso, a rellenar cuadernos, servilletas, y todo lo que se nos ocurra. Pero no con cualquier cosa. Debemos seguir siempre el mismo triángulo: Bukowski-Carver-Hemingway. Cuando nos hayamos empapado bastante de ellos quizá lleguemos hasta Burroughs, pero sólo de manera tangencial. Y cuando hayamos publicado nuestros primeros poemas (sin comas, por favor, no queremos quedar como idiotas) ya podremos limitarnos tan sólo a leer a todos los demás que, como nosotros, han leído exactamente lo mismo.

¿De qué escribir? Bueno, por supuesto, eso es lo menos importante. Tenemos un gin-tonic en la mano y somos gatos callejeros, jóvenes amargados en el bar. Y nos llamamos escritores. Tenemos una barbita interesante. Lo que tenemos que hacer ahora es ocultar nuestro pasado de niños bien, y, viendo el mundo a través de los ojos de Bukowski, reinterpretar nuestra realidad. Siguiendo estos pasos tendremos el éxito garantizado entre los círculos underground. No ganaremos el premio Planeta (con esos ya me meteré otro día), pero pasaremos a formar parte de la generación española de los malditos.

¡Qué bien me lo he pasado leyendo a Bukowski! Y a Carver. Y a Burroughs. De Hemingway no sé nada, y lo escribiría en mayúsculas "si eso no rompiera la armonía de este ensayo" (aplíquese la dosis de ironía necesaria a esto último). ¡Cómo he disfrutado con Orson Scott Card también, aunque sea mormón y abstemio! Y con Poe. Y con poemas de Lord Byron. Y con Michael Crichton. Y por supuesto con Stephen King. Y con Tolkien. Y con Neil Gaiman. Y con William Golding. Y con Asimov. Y con Kafka. Y con Salinger. Y con Robert Louis Stevenson. Y con Bram Stoker. Y con Wells. Y hasta con Shakespeare.

Escribo peor que muchos escritores malditos. Hay algunos con verdadero talento. Me gustaría mucho que alguno escribiese algo personal. Estoy seguro de que aunque no seas drogadicto, puedes escribir una novela sobre yonkis tan buena como la de un drogadicto. O mejor incluso. U otra cosa. Porque parece mentira decir esto, pero hay algo más que las frases escuetas, duras y simples de Bukowski en esta vida. Hay algo más que esa brutalidad animal. Deja de criticar ese sueño americano del que no formas parte. Deja de dormir en moteles que no existen. A Bukowski ya me lo conozco. Cuéntame algo que no sepa.

miércoles, 27 de febrero de 2008

La pluma y la espada

Estaba de camino a la academia musical cuando me sorprendió una conversación entre un niño y su madre. El niño estaba en esa fase en la que no callan ni debajo del agua, y le estaba contando a su madre una historia:


"Y eso pasó en Madrid, que matan a un hombre porque no le gusta su dios".
"No, hijo, no" le responde la madre, "eso ha sido en Palestina".
"Eso he dicho... en Palestino".
"Palestina, no palestino. ¿Dónde has oído esa historia?".
"¡Es verdad!" se queja el niño, "me lo han contado. Le sacrifican a su dios".


La madre se ríe de la inocencia del niño. De inocencia nada. Me he visto de pronto transportado a las calles de alguna ciudad mesopotámica hace miles de años, donde un hijo y su madre mantenían la misma conversación. A veces tiene que venir un niño a poner las cosas en su sitio porque, si no, no hay manera.

Llevamos milenios esclavizados bajo el poder de dioses invisibles que nos devoran. Quien diga que no existen, que mire los estragos que causan entre los cuatro confines de esta ecúmene que es nuestro hogar.

Los dioses existen. La pluma les dio identidad y forma. Pudo hacerlos honestos, bondadosos y piadosos. Pero en su lugar creó monstruos indefinidos, ávidos siempre de sacrificios personales, devoradores del tiempo de los mortales. Los dioses que nosotros creamos llevan mucho tiempo revelándose contra nosotros. Hace dos siglos les plantamos batalla y creímos haber vencido, pero a la vista está que cantamos victoria antes de tiempo.



O quizá los dioses no existan. Los humanos crearon a los dioses a su imagen y semejanza. Entonces el asunto no tendría solución. Nuestra moral nos obligó siempre a buscar justificaciones para enmascarar la pura verdad.


La pluma es más fuerte que la espada. Nos inventamos la pluma para justificar la espada, que inventamos mucho antes. Porque las plumas hablan cuando las espadas enmudecen. Ellas hablan, buscando siempre excusas.

sábado, 16 de febrero de 2008

Me soltaron


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Me soltaron en un lugar extraño. Respirar duele y el aire está muy frío. Tan frío que arde. Como coger un pedazo de hielo con las manos. Y los gusanos se mecen al viento. Yo, que estaba tan contento, en un sitio donde no pasaba el tiempo. Donde podía aguardar encogido. Abrazándome a mí mismo para siempre.
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Me soltaron en un lugar extraño, y nadie me preguntó si quería estar allí. En ese sitio había muchas cosas. Había sirenas que me llamaban incitantes, y ruidos, y música. Y risas que eran agradables y otras que no. Y un millar de respiraciones acompasadas. Pero también estertores. Y de vez en cuando, incluso silencios. Ausencias.
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Me soltaron en un lugar extraño y a todo el mundo le parecía lo más normal del mundo. Germiné y eché raíces en el suelo, que es lo que tenía más cerca. Tenía que llorar para que todo el mundo supiera que no estaba muerto. Yo, que era tan feliz cuando no era nadie. Cuando lo único que se esperaba de mí era todo, pero yo aún no tenía que hacer nada.
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Me soltaron en un lugar extraño y esperaron que aprendiese sus extrañas costumbres. A acercarme al cielo usando sólo dos pies, y eso que incluso la esperanza andaba ya con muletas. A usar músculos que no sabía dónde estaban. A rezar por gente que no conozco. Me obligaron a soñar, que es la tortura más grande que la naturaleza pudo inventar.
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Me soltaron en un lugar extraño y ahora me piden que le busque sentido. Prefiero ser indefinido. Prefiero no perfilar nada, ser sólo un boceto.
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Enhorabuena.
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Soy un niño.
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Por eso me gusta tanto dormir. Para escaparme de aquí un ratito.
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No hay quien aguante esto veinticuatro horas seguidas.
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domingo, 10 de febrero de 2008

Cloverfield (Monstruoso)



Quería esperarme a ver Rec para escribir una crítica conjunta de las dos películas, pero estoy viendo que pasan los días y cada vez me da más pereza verme la última de Balagueró. Así que antes de que desaparezca de cartelera, recomiendo encarecidamente a todos que os gasteis los cuartos en ver Monstruoso: si sois como yo, no os va a decepcionar.


Cloverfield no es una película, sino un espectáculo de luz y sonido, una atracción de un parque temático. La sala de cine no se mueve, pero podría (si vais a verla al Kinépolis, ganará muchos puntos). Tampoco es que tenga un guión de verdad, y los personajes no son nada interesantes, y los diálogos son bastante tontos, y lo que hacen los tipos a lo largo de los 90 minutos de cinta es, como poco, apenas creíble.


Cloverfield es una mezcla entre Godzilla y la Bruja de Blair, nada más. Pero si vosotros, como yo, quisisteis que al salir del cine después de ver El Día de Mañana existiese de verdad el calentamiento global, entonces disfrutaréis con ella. Muchísimo. Porque después de los primeros créditos uno empieza a participar en la historia, desde dentro. Todos y cada uno de los espectadores estábamos caminando por las calles de Manhattan, sobreviviendo a las explosiones, trepando a los edificios y tratando de mantenernos con vida ante una criatura gigantesca y un tanto Cthulhuniana que lo está arrasando todo.


El nivel de realismo que han conseguido es increíble. Cloverfield da vértigo. Si alguien ha tenido el más mínimo interés en la película (muchos lo habrán perdido con la traducción española. "Monstruoso" suena a cachondeo) que no espere a que salga en video. Se perdería toda la experiencia que, por seis euros, merece de verdad la pena. Y por doce también. A ver si vuelvo.

jueves, 7 de febrero de 2008

Milenarismo

En Sabah Nur (alias Apocalipsis) observa con satisfacción su obra: una nueva peli española del siempre original género de la comedia costumbrista... ¿o tal vez del drama social?


A mí el milenarismo me llega un poco tarde. Es que oiga, hablar del Apocalipsis sin haberlo experimentado es el colmo, porque igual no es tan malo como dicen. Ahora que lo llevamos sufriendo unos cuantos añitos pues ya sí que tiene sentido quejarse. Aunque no valga para nada da gustito, como suele pasar con tantas y tantas cosas.

El Apocalipsis es un bicho feo con muchas caras. Como intento rebajar el nivel de crítica política y social de este blog me centraré en las caras estúpidas del Apocalipsis, las que quizá no sean tan importantes. Hambre en el mundo ha habido siempre, pero la decadencia del cine y de las artes es general es algo que, comparado con el tiempo que lleva existiendo nuestro querido planeta Tierra (unos seis mil años según el bueno del obispo Usher, que añade además que fue creado la noche de un 23 de Octubre) tiene dos días.

Aun así no me gustaría subestimar su importancia, porque más o menos las artes vienen a definir el nivel de estupidez de la población. El arte, que decía Ortega y Gasset, es para uso y disfrute exclusivo de los egregios. "Egregio" traducido a nuestro tiempo significa gafa-pasta, para que nos entendamos.

Los vanguardistas del Apocalipsis defienden lo minoritario, la pincelada casual en el lienzo que se yergue con arrogancia, pretendiendo contener en sí misma un sentimiento, o un cúmulo de ellos, o la situación de Palestina, o el universo mismo. Tengo fobia a exacerbar lo pretencioso en el arte, porque considero que la genialidad es algo que debería mostrársenos de forma casual. La foto de la vulva de una mujer no es el "mundo". Es una vulva, proteste quien proteste. Este arte de desterrados del mainstream (desterrados con un sueldazo, pero eso no lo dicen ni las malas lenguas) tiene que competir, en inferioridad de condiciones, con el gigante decadente de "lo comercial". "Lo comercial", traducido a nuestro tiempo es "lo americano". El vocabulario del Apocalipsis es un poco diferente.

Arte moderno en las calles de Madrid: ¿Es un pájaro, es un avión? ¡Mediten, mediten!


De estos artistas desterrados tampoco vamos a hablar mucho. Sólo vamos a decir que se han construido un bonito castillo al margen de la sociedad (o eso se creen ellos) y desarrollan su arte para una minoría culta y versada. No intentan llegar al gran público porque son una multitud ruidosa y poco educada, por no decir además que sus gustos son caprichosos y es muy difícil mantenerse arriba dos días seguidos sin ser desbancado por un nuevo producto.

De Hollywood podemos escribir una necrológica. En 1993 moría El Último Gran Héroe, dos años después que el Último Boy Scout. Los Dos policías Rebeldes no son ni tan malos ni tan rebeldes como lo era el entrañable equipo de Arma Letal. Ahora Mel Gibson se dedica a la comedia histórica (La Pasión de Cristo) en lugar de a las carreras de coches de Mad Max. Schwarzenegger se emplea a fondo en la política, siendo sustituido en el celuloide por Vin Diesel, el gigante de cartón piedra del nuevo milenio. Ya se decía en La Jungla 4.0, de nuevo con Bruce Willis (reformado después de convertirse en un auténtico fantasma durante unos años con El Sexto Sentido): John McLane es un dinosaurio, y no puede luchar contra las nuevas tecnologías.

Estas tecnologías vienen cogidas de la mano de George Lucas, el hombre que digitalizó la galaxia y que encima instauró el género cinematográfico con nombre propio de las precuelas. Me imagino a Randy en su clase de cine tratando de decidir si existe hoy por hoy alguna precuela que supere a la original. Y esto me lleva a la revitalización del género de terror adolescente, que tras la caída en picado de Kevin Williamson y los pinitos de un maestro como Robert Rodriguez en The Faculty ha producido más de una tonelada de carne en mal estado para videoclubs de barrio. Además, la invención de los videoclips y su introducción en lenguaje del cine, de la mano (probablemente existan otros precedentes) de Alex Proyas en el Cuervo nos han proporcionado más de un dolor de cabeza ante tantos colorines y giros de cámara.

"Dewey, ¿nos vamos a ver la de Tuno Negro?".

"No sé, Randy... creo que los tunos ya están muy explotados en el género del terror adolescente".


En el Apocalipsis nos han quedado las rentas de las dos últimas décadas. Quentin Tarantino, el dios de los collages, es un hombre de los noventa (atrapado en otras épocas). Mientras, seguimos quitándonos el sombrero frente a David Lynch (eso sí, un sombrero rojo que a veces es un gorro y otras un teléfono). Woody Allen ignora todo este holocausto y sigue empezando cada una de sus películas con esa musiquita jazz de regustillo a Chet Atkins, y contándonos la misma historia una y otra vez (afortunadamente, es una buena historia). Y entretanto los Aliens combaten a los Predator en una lucha que cada vez se nos antoja más interminable.

Además no entiendo el Nu-Metal, ni el Dance, ni el HipHop, ni el Reggaeton. Si los Sex Pistols se hubiesen dado cuenta de que bajando un tono la sexta cuerda de sus guitarras eléctricas podrían haber tocado quintas con un sólo dedo otro gallo cantaría. Y como aprender a tocar un instrumento es algo muy complicado es mejor simularlo, pero como también es muy difícil, es mejor reiterar los mismos cuatro segundos para fraguar temas de duraciones dignas del rock sinfónico más ochentero. ¿Por qué el grunge pasó de moda tan rápido, si era lo último digno que nos quedaba por inventar?

Un disco de Regaetton romántico. Romanticismo es justamente lo que sugiere la piba de la carátula. ¿Habrá porno duro con enanos dentro?

Ante tanta farsa lo mejor que podemos hacer es volver a los orígenes y salvar las cenizas. Retomar las guitarras resonadoras y reinventar la música de los bluesmen negros del Misissipi con sabor a country como ya hace Eric Sardinas. O escuchar discos antiguos. Gracias a dios (y al MP3), la música no envejece.
El manga ha sustituido a cualquier otro tipo de cómics en las estanterías de las tiendas especializadas. Por cada tres productos buenos que salen al año aparecen cientos de shojos infumables. Todos los escritores egregios imitan a José Saramago. Todos los escritores de barrio imitan a Bukowski y Raymond Carver. La ciencia-ficción sobrevive a duras penas en la sección de bolsillo de la Fnac, pero es mucho más interesante hoy vivir el pasado y desentrañar el Enigma DaVinci o el Código de los Merovingios, o descubrir a El Último Templario, y así de paso aprendemos algo de historia. Pocos sospechan siquiera que se aprende más historia con la buena ciencia-ficción que con la mala novela de enigmas-históricos.

Los dinosaurios: Inventados para una época en la que no pueden sobrevivir.

Pues eso, en definitiva, que me he vuelto milenarista. Será porque la huelga de guionistas me ha dejado (de momento, esperemos) sin esas series de televisión magníficas como House M.D., Héroes, Prison Break o Lost. Un formato televisivo con sus raíces en el nuevo milenio. Como las últimas películas de Pixar. O como Jack Sparrow en Piratas del caribe. O como los mejores discos de 69 Eyes. Una de cal y otra de arena.

sábado, 2 de febrero de 2008

La Decadencia del Sabio



La vida es un paréntesis entre espacios en blanco. Así lo creen algunos, y yo voy a guardarme mi opinión al respecto por una vez. En el breve suspiro que tenemos hay tiempo para muchísimas cosas, pero no para todo. La maldición de Melmoth no sería tan desagradable para una persona con suficientes hobbies, pero en los tiempos en los que se escribía novela gótica, el concepto de ocio estaba todavía en pleno desarrollo.


No hay tiempo para todo, como decía, y es por eso que debemos elegir. Si queremos ser virtuosos de la guitarra o los mejores gimnastas del mundo tenemos que empezar a practicar apenas se nos ha caído el plumón. Yo en esa época, como sin duda la mayoría de vosotros, estaba viendo los Power Rangers y comiendo bollycaos, y estas cosas me estresaban bastante menos de lo que lo hacen ahora. Mis padres (como probablemente muchos de los vuestros) intentaron motivarme apuntándome a un montón de extraescolares de diverso pelaje, y probablemente a vosotros, como a mí, os fastidiaba un poco porque os perdíais el capítulo de Fraggle Rock o de Campeones que echaban por la tarde.


Se preguntará el lector, y con razón... ¿dónde está el sabio del título? Pues ahora mismo en ninguna parte. Me consta que el arquetipo del sabio era una cosa de antaño, un tipo con gafitas y barba desmañada que lo mismo escribía sobre naturaleza, que sobre filosofía, que te hacía un tratado de política o te escribía una crónica. La especialización laboral estaba en pañales, y el sabio era un hombre para todo. En otras palabras: un profesional de la cultura.


Hoy todo ha cambiado, y al que está especializado en política comercial no le hables de comercio político. No te va a entender. Nunca se me olvidará un día que estuvimos haciendo botellón debajo de una estatua de Franco (lo resalto por lo singular del asunto), con unos tipos que no conocíamos mucho y que estudiaban agrónomos. En determinado punto de la conversación empezamos a hablar de Feuerbach, no sé a santo de qué. Los chicos se quedaron muy sorprendidos y nos preguntaron que si todos estábamos en la carrera de filosofía. Cuando les dijimos que éramos un mestizao de estudiantes de historia, filosofía, biología y bellas artes, no cabían en sí de asombro. Definitivamente, ya no existen sabios. Pero esto tiene sentido.


Cuando la cultura estaba monopolizada por las élites, cualquiera que supiera algo ya sabía mucho. No existía la competencia. Ahora bien, hoy día casi todo el mundo tiene unas seis horas al día para rascarse el ombligo o ejercitar sus aficiones (esto es básicamente lo que sustenta la economía, pero es mejor no empezar a cruzar temas que nos perdemos). ¿Conclusión? Que el que dedica todo su ocio a ejercitarse en una habilidad o talento especial acaba siendo un monstruo. Dicha gente tiene las cosas muy claras desde el principio (yo quiero ser estrella de rock, yo quiero ser programador de videojuegos, yo quiero ser bailarina de ballet, etc). Muchos se quedan en el camino (muchísimos), pero muchos otros cumplen su sueño. Constancia, firmeza y aprender a centrarse en una sola cosa, esa es la clave. No son sabios, pero son los maestros de su disciplina, que es más que mucho.


A su lado estamos la gente como yo, culos inquietos que no se rascan el ombligo pero que se dedican a una y mil cosas, porque el mundo les fascina. Los sabios del nuevo milenio, con muchísimo tiempo libre (gracias a dios la juventud se dilata con la edad) y ganas de invertirlo en el enriquecimiento personal, en el ejercicio de su inteligencia o en sus perspectivas artísticas. ¡Pobres sabios del nuevo milenio! No saben que están siguiendo una senda que les conduce indefectiblemente a la mediocridad, y que serán criticados por todos los dioses de las disciplinas singulares que hay sueltos por el mundo.


Aquí cabe hacer una puntualización, para que nadie piense que me estoy tirando flores para irme de rositas. No estoy diciendo que yo sea sabio en el sentido estricto de la palabra, ni mucho menos. Con sabio estoy definiendo aquí una persona que, dentro de sus capacidades, intenta abarcar todo un universo de técnicas y saberes distintos, por el simple placer de lo que ésto le aporta a su vida cotidiana. Ni más, ni menos.


Decía antes que este camino es el menos inteligente para el mundo en el que vivimos. Nos separa de los idiotas y nos aleja de los genios al mismo tiempo, dejándonos en una soledad cómoda pero triste. Un ejemplo:


Llegas a una fiesta y alguien ha traído una guitarra. El sabio y el experto coinciden y se la alternan, hasta que el sabio reconoce su inferioridad y se retira humildemente, después de lanzar piropos al genio, que sin demostrarlo considera que el sabio es un intruso dentro de su mundo, al que hay mirar con conmiseración. El genio toca a Satriani y se convierte en el amo del cotarro, y el experto atina a hacer versiones de los Eagles y ve cómo su talento, que estará floreciendo toda la vida sin llegar a convertirse en flor, queda en un segundo plano ante tanta maestría y floritura.



Otro ejemplo: El mismo personaje de la anterior situación navega por Internet en busca de un foro sobre diseño en tres dimensiones. Encuentra uno muy bueno, y empieza a hacer sus cositas. Cuando las comparte con los usuarios más veteranos del foro es tachado de newbie por sus preguntas supuestamente obvias y se ve de nuevo el intrusismo. El sabio, que sabe animar un muñeco con forma de galleta de jengibre y hacerlo caminar nunca trabajará en la animación 3D; en cambio, el experto que puede hacer gestos ultra-realistas quizá pueda cumplir su sueño y acabar en Pixar. O no. En cualquier caso siempre sabrá que está pisando el podio, que se eleva por encima de los demás mortales que intentan hacerse un hueco en su campo de experiencia. Que nadie me malinterprete: un experto es un crack y sin duda merece nuestro respeto. Primar la calidad por encima de la cantidad es lo más inteligente que podemos hacer.


Al sabio le queda siempre el mismo consuelo: No toco la guitarra como tú pero hago mis pinitos en 3D. O bien: No soy tan experto con el Maya como tú, pero sé tocar la guitarra. El que más valora al sabio es el sabio mismo. Eso es una clase de onanismo inteligente. Tres hurras por el sabio, por favor.


Como una persona que ha ejercitado sus aficiones en el campo de la historia, la filosofía, los ordenadores, el cine, la música, la escritura, el dibujo, el modelado, la lectura, la astronomía, las marionetas y muchos y diversos deportes solo puedo decir una cosa. Me quito el sombrero delante del experto que va flotando sobre el suelo sin que nada parezca tocarlo. Qué le vamos a hacer, nunca seré como tú. Pero cuando alguien me pregunta que qué hago, y por qué lo hago, sólo puedo responder una cosa. No seré experto en nada, pero por lo menos hago algo.

martes, 29 de enero de 2008

Mundo Absurdo


Llevaba un tiempo ya recopilando imágenes que daban fe y muestra de los extremos más absurdos a los que podía llegar la raza geek (¡animalitos!), y con este empiezo una serie de posts que podrían ocupar dos tomos de la enciclopedia británica. ¡Atención, visitantes! pues algunas de las cosas que admirareis aquí pueden haceros perder la cordura más aún que ver al flautista amorfo de Nyarlathotep bailando la jota...

Hoy... STAR WARS!!

Empezamos nuestras andanzas con estos buzones que el propio gobierno de Estados Unidos instaló para la celebración del 30 aniversario de las películas. Supongo que acabarían como nuestro querido letrero de la calle AC/DC de Madrid (todo friki es un terroristas en potencia. Sólo necesita un motivo).

Ya podemos presumir de moda con estos tres atrevidos modelitos para nuestras mascotas:


Este pobre hombre nació en Tatooine, y alcanzó su Valhalla particular llegando al paraíso de los bikinis de metal, al que van todas las tropas de asalto al morir. En resumen: Convención/sesión fotográfica de pibas disfrazadas de Leia Slave:

Y por último, un elegante diseño tunero para nuestro ordenador. Swoooooommmm!!!

martes, 15 de enero de 2008

¡Viva San Canuto!

Este jueves se celebra San canuto y hoy todos los estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid hemos recibido el mismo email. Básicamente dice que, para salvaguardar la integridad de bienes y personas, se va a proceder al cierre de mi facultad (y de algunas otras) de 12 a 5 de la tarde. Entre esas horas, nadie podrá entrar. Eso si, los que estén dentro podrán salir.

Obviamente esto provoca la suspensión de las clases de todo el turno de tarde, causando más de un dolor de cabeza a cualquier persona que tenga que hacer un examen ese día y a esa hora (que los hay, no hay que olvidar que empieza el periodo de exámenes).

Con esta información ya debería valer. No debería ser necesario que yo me pusiera a argumentar y debatir porque, en realidad, todo está dicho. Pero puesto que sé que hay gente para todo, voy a decirlo de todas formas...

Es completamente impensable que algo así pueda ocurrir en cualquier lugar civilizado de este mundo: El cierre de un centro educativo de estudios superiores universitarios por la llegada masiva (esperada y repetida año tras año) de una multitud de personas que van a utilizar este espacio público para el consumo de una droga, y además de una droga ilegal.


Siempre pongo una imagen en mis posts para que a la gente le de menos pereza leerme. Reconozco que esta vez no me la he currado mucho...

San Canuto no es un acto de protesta para la legalización del consumo de la marihuana. San Canuto es un fiestorro con todas las de la ley, enmascarado bajo ese rollo alternativo-chupi-guay que a tantos les ha comido la cabeza. Ni me manifiesto contra el consumo de cannabis, ni contra celebrar San Canuto en sí. Lo que no me cabe en la cabeza es que los profesores y los alumnos no puedan realizar su actividad docente por su culpa.

Y digo su culpa porque San Canuto lleva celebrándose muchos años, y hasta hace pocos no ha habido altercados. Orinar en la facultad, destruir los baños públicos, entrar en las aulas o golpearse unos a otros parece que es una moda de los últimos tiempos. Es triste que tengan que cerrar las facultades, pero sus motivos tienen, que es lo peor; que no me puedo quejar esta vez amargamente de las decisiones tomadas por mi universidad.

La culpa es vuestra. De algunos claro, no de todos. La culpa es vuestra, por idiotas. Y si tengo que elegir entre celebrar San Canuto y olvidar algo entre el humo de tanto porro, o asistir a mis clases y aprender algo, me quedo con lo último. Lo ideal sería que cada uno pudiera elegir, que es lo que decís con la boquita pequeña. Pero nos habéis quitado el derecho a los demás. Por idiotas.

¡¡Joder, es que al final no me vais a dejar ni hacer pellas, carallo!!

miércoles, 9 de enero de 2008

Lord Byron y el espejo


Voy a romper una regla que me autoimpuse hace ya mucho tiempo. La regla era no publicar nada personal en internet. Ni un relato, ni un poema, ni una canción. Pero el otro día encontré en el portátil un par de esos poemas escritos en horas bajas, uno de ellos corto como un Haiku, que no tiene la cadencia ni la chispa necesaria como para convertirse en canción (que debería ser el destino de todos los buenos poemas). El poema en cuestión decía así:


Hoy todas las razones están pendiendo de un hilo,
Todos los sentimientos son títeres entre tus dedos
Cortar el sedal sería tan sencillo,
Dejar escapar ese pez plateado, y vagar libre por el arroyo,
Hasta desembocar en la inmensidad del mar

Hoy es la arena la que construye castillos de cristal,
En una playa en la que nunca he estado, que nunca he visto
Que yo me imagino que estará llena de perlas,
Y estás ausente contemplando sus brillos
Y quizá por eso el teléfono me ha retirado la palabra

Hoy ha llegado el momento de decirte adiós con la mano
Mañana dios dirá
Mañana igual descubro que tu sedal
Es la cuerda que faltaba en mi guitarra,
Y que con ese gesto de despedida,
Aún puedo tocarte algún acorde bonito


Lord Byron es uno de esos autores cuya biografía aparenta ser mucho más interesante que su producción literaria. Hombre abrumado por sus complejos, por la importancia de lo físico y lo externo, galán de la época romántica e influyente en muchos aspectos. Hoy día, el término "romántico" se ha visto despojado de todas sus connotaciones farragosas. Romántico es hoy aquél que regala a su novia una caja de bombones, o escribe el nombre de ella en el cielo. Pocos sabes que el movimiento romántico tenía un carácter rupturista, y que fue el precursor de los movimientos nacionalistas, una respuesta a la cultura de la Ilustración.

Los románticos como Lord Byron situaron la importancia en el "yo" y, como tales, adquirieron una fuerte conciencia de sí mismos. Esto, como figura literaria, se expresó como una exageración exacerbada de los sentimientos propios.

Esto viene al caso de una reflexión que acabo de formular después de haberme dado con todos los picos de la mesa que tiene la vida. La reflexión es esta, a la vez sencilla y abrumadora: Todos disfrutamos sufriendo. Obviamente, no cuando sufrimos por cosas importantes de verdad. La importancia de un sentimiento se la da cada cual, y en esto es muy difícil discutir, pero un cáncer terminal es bastante más importante que, digamos, una ruptura de relaciones. Porque hablamos de amor, que es de lo que hablaban los románticos, aunque ellos lo hicieran en un sentido mucho más amplio: amor por una mujer, sí, pero también por un lugar, por unas costumbres, amor por el simple sentimiento de amar.

Todos disfrutamos sufriendo por amor. Todos exageramos nuestros sentimientos como hacían los románticos. A todos nos gusta mirarnos al espejo y sentirnos los seres más miserables sobre la faz de la Tierra. Y es que es mucho más cómodo caer que trepar. Y cuando caemos, sentimos un vértigo muy parecido al que sentimos en lo más alto, y podemos usarlo como sustituto fácil. Se está muy a gusto al fondo.

Lord Byron decía: "Es mi destino arruinar todo a lo que me acerco", y Douglas Dunn opina que eso no es más que auto-conmiseración, máxime para un hombre que, en determinados momentos fue capaz de gobernarse, reformarse, y llevar las riendas de su propia vida. Lo mismo ocurre con personajes como Kurt Cobain o Enrique Urquijo, personas que hicieron de la tristeza su profesión, su modo de ver el mundo. Esto no debería pasarnos a nosotros, pero nos pasa. Todos somos un poco Lord Byron a veces. Todos vemos la rosa marchita antes de florecer. Todos ahogamos la esperanza al fondo de un vaso de ginebra, y le contamos nuestras penas al cenicero del bar, sintiéndonos terriblemente importantes.

"Un hombre debe hacer algo mejor por la humanidad que escribir versos". Esa también es una frase de Lord Byron. De todo lo que significó esa etapa de mi vida, sólo quedan esos versos, algunas canciones (la mayoría amargas, adios gracias muy pocas auténticamente "románticas") y una valiosa lección. Una lección que hoy por hoy me hace feliz, porque quizá la felicidad más pura es la que parte de uno mismo, la que uno mismo se auto-impone al igual que se autoimpone la tristeza. Es la felicidad de saber que se puede ser feliz por otras vías que no dependen de una persona concreta, sino de multitud de pequeñas cosas con las que la vida viene por defecto.
La vida viene de fábrica con todo eso. Viene con atardeceres, con mañanas tranquilas con tazas de café bien calentitas. Viene con sonrisas, aunque a veces haya que buscarlas. Supone retos y aventuras. La vida está para superarse a uno mismo, y sobre todo para aprender. También viene con grandes dosis de dolor, de tristeza, de traiciones y de injusticias, faltaría más. Si llevamos esas últimas a sus más grandilocuentes consecuencias, si sufrimos como no ha sufrido nadie... ¿por qué no podemos valorar también lo otro?

En el documento de texto en el que encontré el primer poema, había otros dos. El segundo de ellos llevaba por título "tu luz", y decía así:



Solía encender la lámpara de mi mesilla de noche, de pequeño
No fuera a haber monstruos escondidos bajo la cama
Era un niño asustado, ahora soy un hombre asustado
No hay mucha diferencia,
Salvo quizá que ahora sé
Que los monstruos no están bajo la negrura de un colchón
Sino en todos los demás lugares
En las calles, en los parques, en la televisión
Y aún incluso dentro de mi cabeza

Ahora busco tu luz como una polilla
Ahora que estás tendida a mi lado en la cama
Duermo tranquilo; ahora sé
Que sigue habiendo monstruos tras las ventanas
En las calles, en los parques, en la televisión
Y aún incluso dentro de mi cabeza
Pero no hay monstruos debajo del colchón
Y eso, sin saber por qué,
Me tranquiliza
Y puedo soñar en paz.

Sólo hay una cosa,
Que tal vez me desasosiegue un tanto
Y es que tu luz ha empezado a derretirme
No tendría importancia
Si uno acabase fundiéndose al otro
Pero sospecho,
Que voy a ser yo el único que se derrita contra el colchón
Y al final te marches con tu luz y me dejes solo
Soñando solo
pesadillas
en la oscuridad.

El tercer poema, el último y el más corto, decía así:

Repito el mismo verso hasta que deja de tener sentido,
Como se pierde el sentido después de la enésima copa
Ambos son sentidos prohibidos,
Excepto quizá para los poetas.

Y con estos tres poemas tontos había pasado ya por todas las fases del dolor. Y he llegado a una conclusión:

Lord Byron se pasó la vida mirándose al espejo. Lord Byron se pasó la vida mirándose a sí mismo. Deberíamos aprender todos de Lord Byron. De lo bueno y de lo malo.