lunes, 11 de agosto de 2008

Obsesiones Imaginativas


Hoy, una confesión vergonzosa: Cada cierto tiempo (y sin que sirva de precedente, me digo siempre a mí mismo) buceo en internet en busca de fanfics de mis obsesiones favoritas. Aclaro, en consideración del lego, que un fanfic es un relato escrito por un aficionado y basado en un universo creado por otro autor. Por ejemplo, un relato en el que Anakin Skywalker vive una aventura alternativa en Coruscant durante un interludio inventado en mitad de las Guerras Clon.
Las diferencias fundamentales entre este ejemplo y cualquier librito, o cómic, o videojuego que tiene la marca oficial de LucasArts en forma de holograma son las siguientes:

1) Se escribe sin ánimo de lucro, pues si no fuera así, entrarían en juego los derechos de autor de la obra original (eso es bueno).

2) Se escribe sin censura de ningún tipo. En un fanfic se puede desatar todo tipo de violencia, sexo (homosexual también) o palabras malsonantes hasta en los universos más inocentes (eso es bueno. Si no te gusta, no lo lees).

3) Se desata toda la imaginación del autor: Personajes de un universo empleados en un universo alternativo, historias originales, WhatIfs, Crossovers, etc. Casi todo vale. (Esto es bueno, aún a pesar de las monstruosidades que salen del Microsoft Word de algunos elementos).

4) Para el autor, y para los otros aficionados, se utiliza a modo de metadona por la carencia de productos oficiales. Los aficionados quieren leer más de sus personajes o universos favoritos. Y los autores quieren participar de ellos, compartiendo con los demás su propia visión de lo que les gustaría que hubiese pasado (también bueno).

5) Un buen número de fanfics están escritos por gente que no tiene ni puñetera idea de escribir. Usan modismos, omiten signos de puntuación, se comen tildes, cometen faltas de ortografía e incluso ¡utilizan emoticonos!. Y lo peor: Una buena parte de los argumentos se basan exclusivamente en los sueños húmedos que los autores tienen con uno u otro personaje de una serie (esto es malo, muy malo).

Encontrar un buen fanfic (que los hay) es como buscar una aguja en un pajar. O como decía Reid en Mentes Criminales: “Buscar una aguja en un pajar es fácil. Lo difícil es buscar una aguja concreta entre un montón de agujas”. Por eso, siempre después de aficionarme a los fanfics durante unas cuantas horas, acabo abandonando desesperado y con dolor de cabeza, prometiéndome que nunca más volveré a buscar fanfics (amén de que algunos fics han creado pesadillas lovecraftianas en mi mente de las que no puedo deshacerme ni siquiera cuando leo las obras canónicas; el sexo gay en Harry Potter es una de ellas. Pero volvemos a lo mismo. Eso me pasa por andar en Internet por callejones oscuros en los que podrían haber muerto los padres de Batman).


Él nunca lo haría. En serio, nunca.

Total, que cuando me surge la venita de ponerme a escribir un buen fanfic suelo cambiar de idea y acabar escribiendo un relato original, que tiene algo así como más caché. Y es que no es lo mismo entrarle a una mujer diciendo “soy escritor” que diciendo “me dedico a escribir fanfics de SailorMoon, Digimon y Harry Potter”. La vida es así, triste y dura.

En cualquier caso, hay dos cosas que me fascinan de los fanfics: la obsesión imaginativa (título de este post), y la importancia que le pueden dar los autores originales.

En cuanto al primer punto: Nunca dejaré de maravillarme de la cantidad de freaks auténticos que se están generando últimamente (la culpas, sin duda, al señor Internet). Ojo, que no digo que los que lean fics sean frikis de los malos, pero seguro que debe haber por ahí un porcentaje que estimaría si no fuese porque odio a los estadistas. A ver a quíen demonios se le hubiese ocurrido ponerse a escribir un fic sobre Casablanca en los años en los que salió la película. Aunque he de reconocer que, si por mí fuera, encadenaría a la señora Rowling a su escritorio y la daría de comer grageas Bertie Bott durante el resto de su existencia, confinada a escribir continuamente libros y más libros. Me encantaría decir que, en mi caso, los fanfics suplen el hueco que esa heptalogía (qué palabra más chula) deja cuando la acabas de leer. Si gente como nosotros se hubiese aficionado a Emilio Salgari o a Agatha Christie lo tendríamos mucho más fácil (gracias a dios, yo soy fan también de Stephen King, otro autor prolífico donde los haya).

En cuanto al segundo punto: La obsesión por el copyright está llevando a algunos autores a tener berrinches fuera de tono. El que tengo en mi mente ahora mismo es el de la señora Rowling con la publicación de una enciclopedia por parte de un fan, que además ha hecho una tirada de ejemplares ridícula en comparación con las cifras que la industria suele manejar. Ay, Jotaká, qué mal te has hecho a ti misma. Con ese berrinche estúpido sobre el copyright me hiciste (a mí, como a muchos otros) bucear en Internet y averiguar que cojeas del mismo pie. Buscad en google “Harry Potter plagio” y veréis hasta donde llega el asunto: A una tontería que nos mantiene entretenidos, porque, aunque la película “Turok el troll”, que es la base de todo el conflicto, recuerda misteriosamente a la historia de cierto joven mago, la obra de Rowling me sigue pareciendo perfectamente original (o sea, un collage como los de Tarantino, que a día de hoy es lo más original que se puede hacer).


Una obra completamente original creada mediante la yuxtaposición de elementos conocidos por todos.


Quitar el gran mérito a Jotaká sería una ridiculez, pero la misma que pensar que la enciclopedia sobre Harry Potter que haría un aficionado (que además ha dedicado la vida entera a sus libros) quitaría ventas o provocaría comparaciones con la propia enciclopedia que ella pretende publicar. La respuesta de Orson Scott Card es lo suficientemente concluyente como para que no haga falta añadir más.

Bueno, sí, una cosa: Si alguna vez escribo un fanfic, será sobre una obra de Scott Card. Si por casualidad la lee, se sentirá mucho más agradecido. ¿Resumen del post? Que vivan los mormones.

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