jueves, 7 de febrero de 2008

Milenarismo

En Sabah Nur (alias Apocalipsis) observa con satisfacción su obra: una nueva peli española del siempre original género de la comedia costumbrista... ¿o tal vez del drama social?


A mí el milenarismo me llega un poco tarde. Es que oiga, hablar del Apocalipsis sin haberlo experimentado es el colmo, porque igual no es tan malo como dicen. Ahora que lo llevamos sufriendo unos cuantos añitos pues ya sí que tiene sentido quejarse. Aunque no valga para nada da gustito, como suele pasar con tantas y tantas cosas.

El Apocalipsis es un bicho feo con muchas caras. Como intento rebajar el nivel de crítica política y social de este blog me centraré en las caras estúpidas del Apocalipsis, las que quizá no sean tan importantes. Hambre en el mundo ha habido siempre, pero la decadencia del cine y de las artes es general es algo que, comparado con el tiempo que lleva existiendo nuestro querido planeta Tierra (unos seis mil años según el bueno del obispo Usher, que añade además que fue creado la noche de un 23 de Octubre) tiene dos días.

Aun así no me gustaría subestimar su importancia, porque más o menos las artes vienen a definir el nivel de estupidez de la población. El arte, que decía Ortega y Gasset, es para uso y disfrute exclusivo de los egregios. "Egregio" traducido a nuestro tiempo significa gafa-pasta, para que nos entendamos.

Los vanguardistas del Apocalipsis defienden lo minoritario, la pincelada casual en el lienzo que se yergue con arrogancia, pretendiendo contener en sí misma un sentimiento, o un cúmulo de ellos, o la situación de Palestina, o el universo mismo. Tengo fobia a exacerbar lo pretencioso en el arte, porque considero que la genialidad es algo que debería mostrársenos de forma casual. La foto de la vulva de una mujer no es el "mundo". Es una vulva, proteste quien proteste. Este arte de desterrados del mainstream (desterrados con un sueldazo, pero eso no lo dicen ni las malas lenguas) tiene que competir, en inferioridad de condiciones, con el gigante decadente de "lo comercial". "Lo comercial", traducido a nuestro tiempo es "lo americano". El vocabulario del Apocalipsis es un poco diferente.

Arte moderno en las calles de Madrid: ¿Es un pájaro, es un avión? ¡Mediten, mediten!


De estos artistas desterrados tampoco vamos a hablar mucho. Sólo vamos a decir que se han construido un bonito castillo al margen de la sociedad (o eso se creen ellos) y desarrollan su arte para una minoría culta y versada. No intentan llegar al gran público porque son una multitud ruidosa y poco educada, por no decir además que sus gustos son caprichosos y es muy difícil mantenerse arriba dos días seguidos sin ser desbancado por un nuevo producto.

De Hollywood podemos escribir una necrológica. En 1993 moría El Último Gran Héroe, dos años después que el Último Boy Scout. Los Dos policías Rebeldes no son ni tan malos ni tan rebeldes como lo era el entrañable equipo de Arma Letal. Ahora Mel Gibson se dedica a la comedia histórica (La Pasión de Cristo) en lugar de a las carreras de coches de Mad Max. Schwarzenegger se emplea a fondo en la política, siendo sustituido en el celuloide por Vin Diesel, el gigante de cartón piedra del nuevo milenio. Ya se decía en La Jungla 4.0, de nuevo con Bruce Willis (reformado después de convertirse en un auténtico fantasma durante unos años con El Sexto Sentido): John McLane es un dinosaurio, y no puede luchar contra las nuevas tecnologías.

Estas tecnologías vienen cogidas de la mano de George Lucas, el hombre que digitalizó la galaxia y que encima instauró el género cinematográfico con nombre propio de las precuelas. Me imagino a Randy en su clase de cine tratando de decidir si existe hoy por hoy alguna precuela que supere a la original. Y esto me lleva a la revitalización del género de terror adolescente, que tras la caída en picado de Kevin Williamson y los pinitos de un maestro como Robert Rodriguez en The Faculty ha producido más de una tonelada de carne en mal estado para videoclubs de barrio. Además, la invención de los videoclips y su introducción en lenguaje del cine, de la mano (probablemente existan otros precedentes) de Alex Proyas en el Cuervo nos han proporcionado más de un dolor de cabeza ante tantos colorines y giros de cámara.

"Dewey, ¿nos vamos a ver la de Tuno Negro?".

"No sé, Randy... creo que los tunos ya están muy explotados en el género del terror adolescente".


En el Apocalipsis nos han quedado las rentas de las dos últimas décadas. Quentin Tarantino, el dios de los collages, es un hombre de los noventa (atrapado en otras épocas). Mientras, seguimos quitándonos el sombrero frente a David Lynch (eso sí, un sombrero rojo que a veces es un gorro y otras un teléfono). Woody Allen ignora todo este holocausto y sigue empezando cada una de sus películas con esa musiquita jazz de regustillo a Chet Atkins, y contándonos la misma historia una y otra vez (afortunadamente, es una buena historia). Y entretanto los Aliens combaten a los Predator en una lucha que cada vez se nos antoja más interminable.

Además no entiendo el Nu-Metal, ni el Dance, ni el HipHop, ni el Reggaeton. Si los Sex Pistols se hubiesen dado cuenta de que bajando un tono la sexta cuerda de sus guitarras eléctricas podrían haber tocado quintas con un sólo dedo otro gallo cantaría. Y como aprender a tocar un instrumento es algo muy complicado es mejor simularlo, pero como también es muy difícil, es mejor reiterar los mismos cuatro segundos para fraguar temas de duraciones dignas del rock sinfónico más ochentero. ¿Por qué el grunge pasó de moda tan rápido, si era lo último digno que nos quedaba por inventar?

Un disco de Regaetton romántico. Romanticismo es justamente lo que sugiere la piba de la carátula. ¿Habrá porno duro con enanos dentro?

Ante tanta farsa lo mejor que podemos hacer es volver a los orígenes y salvar las cenizas. Retomar las guitarras resonadoras y reinventar la música de los bluesmen negros del Misissipi con sabor a country como ya hace Eric Sardinas. O escuchar discos antiguos. Gracias a dios (y al MP3), la música no envejece.
El manga ha sustituido a cualquier otro tipo de cómics en las estanterías de las tiendas especializadas. Por cada tres productos buenos que salen al año aparecen cientos de shojos infumables. Todos los escritores egregios imitan a José Saramago. Todos los escritores de barrio imitan a Bukowski y Raymond Carver. La ciencia-ficción sobrevive a duras penas en la sección de bolsillo de la Fnac, pero es mucho más interesante hoy vivir el pasado y desentrañar el Enigma DaVinci o el Código de los Merovingios, o descubrir a El Último Templario, y así de paso aprendemos algo de historia. Pocos sospechan siquiera que se aprende más historia con la buena ciencia-ficción que con la mala novela de enigmas-históricos.

Los dinosaurios: Inventados para una época en la que no pueden sobrevivir.

Pues eso, en definitiva, que me he vuelto milenarista. Será porque la huelga de guionistas me ha dejado (de momento, esperemos) sin esas series de televisión magníficas como House M.D., Héroes, Prison Break o Lost. Un formato televisivo con sus raíces en el nuevo milenio. Como las últimas películas de Pixar. O como Jack Sparrow en Piratas del caribe. O como los mejores discos de 69 Eyes. Una de cal y otra de arena.

No hay comentarios: